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viernes, 1 de diciembre de 2017

El último apache

"No me gusta la nostalgia: deja muy mal sabor de boca"
                                                                    Tony Luz

Recupero este blog por obligación moral, ojalá hubiera sido dentro de mucho tiempo...

Madrid,  1 de Diciembre de 2017


El pasado miércoles falleció Antonio Luz Payer, Tony para los amigos, aunque a decir verdad era Tony para todos, porque no recuerdo a nadie que no le tuviera cariño.


Mi relación con Tony fue muy cercana en las décadas de los 80 y 90. Vecino de la comunidad, Tony tuvo un hijo, Armando, que fue casi un hermano menor para mí. Hasta mis 15 años o los 11 de Armando, horas y horas en mi casa jugando partidos de chapas o en la piscina jugando al escondite, la liebre y, años más tarde, al mus. Recuerdo perfectamente bajar a la piscina y de camino pararme en su casa, esperar a que acabara de sonar una canción a la guitarra para no interrumpir, llamar al timbre justo al producirse el silencio, y oír el sonido de los pasos de Tony hasta abrir la puerta cuando Armando estaba en la habitación justo de enfrente: “Armando, tío, deja eso, es Charles Gus”… si, me llaman Carlos Gustavo, Carlos, Gustavo, CG… pero solo Tony me llamaba Charles Gus desde que a los 4 años me inscribieron en el Liceo Francés. Tony era ante todo un tipo genuino y auténtico, con esa calidez profunda y noble que surge de dentro, sin atajos, sin esquinas, sin segundas intenciones.

Entre mis recuerdos quedan esas noches en su casa, cuando Tony preparaba apresurado la cena antes de irse a tocar en algún club de rock o jazz de Madrid, y que Armando y yo nos ventilábamos rápido para seguir jugando o viendo la televisión en su salón hasta que fuera hora de irse a dormir, generalmente antes de que él hubiera regresado. Recuerdo la idiosincrasia de su salón, con guitarras por el suelo, alguna cerveza en una estantería, los libros de música y de diseño gráfico desordenados, la enorme imagen de Marilyn de estilo pop que abarcaba toda la pared de su cabecero de habitación y que cuando Tony no estaba siempre entraba a mirar porque me hipnotizaba (tanto que nunca me atreví a decírselo), las pilas de discos de vinilo en los que a veces buceaba y le preguntaba… En su casa descubrí a Elvis, Ritchie Valens, Gene Vincent, Buddy Holly y tantos otros cuyos nombres ahora no recuerdo y que solo los verdaderos amantes del rock conocen.

Porque ante todo, Tony era un rockero. Pero un rockero de verdad, de los que lo son a los 20, a los 40 y a los 60, de los que no se traicionan a sí mismos con el paso del tiempo, de los que se conocen y se aceptan como son. Quizás por eso, por ser pionero en una época difícil en España, por serlo de corazón y nunca desviarse, es considerado un referente nacional por muchos con los que coincidió y por los que le siguieron. Por eso ayer Loquillo, con quien colaboró, le recordaba con cariño en Twitter. No fue el único. Colaboró con muchos otros. Que me suenen Los Rebeldes, Krahe, Aute, etc., pero seguro que me dejo muchos. Además de rockero, Tony era también un gran amante de la música. Recuerdo que me sorprendió mucho un día entrar en su casa y oír a Bach. Yo por aquel entonces tendría 8 o 9 años y empezaba mis clases de solfeo y piano en el Conservatorio donde había visto muchos profesionales que clasificaban la música como recintos cerrados donde para entrar era preciso salir del anterior. Una especie de clasismo sectorial diferenciador que, también es cierto, con el paso de los años cada vez vi menos. Le pregunté cómo es que escuchaba a Bach y me enseñó su colección de música clásica… “Charles Gus los genios de la música lo fueron por algo, por encima de los estilos, las épocas, está la música, la buena música, si no te emocionas con Bach, nunca entenderás del todo a Elvis”.

Pero echemos una mirada atrás… A primeros de la década de los 50 nace en rock en USA mientras aquí se estrenaban películas como Bienvenido Mister Marshall o Marcelino Pan y Vino. A finales de los 50 en España imperaba la copla y empiezan a despuntar Joselito y Marisol gracias a la consolidación de la radio y la irrupción de la televisión. En ese entorno sociocultural de finales de década, un grupo de estudiantes de arquitectura en Madrid crea Los Tigres para versionar los temas que llegaban a cuentagotas desde América, donde por encima de todo brillaban Tony y Aute, ambos compositores, guitarrista y vocalista respectivamente. El grupo duró apenas un año pero esa experiencia no desanimó a Tony quien se sumó como guitarrista a Los Pekeniques, otro grupo surgido en idénticas circunstancias para versionar en español e inglés el rock de los 50-60. Como él, otros jóvenes hicieron lo propio atraídos por el viento fresco que soplaba desde Estados Unidos. Así el 18 de Noviembre de 1962 tocan en el Circo Price junto a Los Estudiantes, Los Tonys y Dick y Los Relámpagos, iniciando una revolución juvenil que marcó a toda una generación. El siguiente hito de los Pekeniques fue el hecho de ser el grupo telonero en el único concierto que dieron los Beatles en España (1965) y que fue, sin duda, mucho más que un concierto por todo lo que supuso. Esa noche, con un tremendo aguacero, las Ventas fue un símbolo de apertura y aire nuevo para muchos jóvenes que querían cerrar definitivamente la difícil década de los 50. Curiosamente, hasta un año después los Pekeniques no grabarían su primer disco. En esos años, Tony conoció a Karina -con quien llegó a casarse aunque finalmente el matrimonio no funcionó-, y a quien compuso entre otras canciones “el Baúl de los Recuerdos”, canción emblemática que logró ser Disco de Oro con más de un millón de copias vendidas y “En un mundo nuevo” canción que representó a España en 1971 en Eurovisión logrando el 2º puesto.

Después llegaron más grupos: Zapatón, Bulldog -referente de la movida madrileña-, El Purgatorio, La Brigada Senil y Perro Viejo, y finalmente Los Silverstones, en honor a la primera guitarra eléctrica que tuvo y que pudo importar a través de conocidos en la Base Norteamericana de Torrejón de Ardoz. Es solo un ejemplo, pero ilustra su compromiso personal con el rock.

Todo esto lo sé por lo que me ha contado Armando, por lo que he leído, o por lo que vi, pero nada de ello me lo contó él. Jamás me dijo que fue telonero de los Beatles, lo supe por un programa especial de aniversario del mítico concierto en Las Ventas en el cual le entrevistaron. Jamás me dijo que había compuesto una canción que quedó 2ª en Eurovisión, me lo dijo Armando…

Porque Tony no era músico por los demás, o por los aplausos, lo era él y por la música. En este sentido he tirado de hemeroteca para rescatar dos declaraciones que lo definen a la perfección: «Los Pekenikes no necesitamos homenajes, me quedo con lo que estoy haciendo ahora, no me gusta la nostalgia: deja muy mal sabor de boca» (de hecho este concepto es el tema central de la letra de el Baúl de los Recuerdos) y «Empecé estudiando Arquitectura y era el típico empollón que iba a curso por año. Pero desde que tuve esta Silverstone iba a asignatura por curso. Todos mis amigos de la carrera envidian mi libertad, y yo sus chalets y sus coches. No me arrepiento».

Tony falleció este miércoles a los 74 años y ayer, tras el responso en el tanatorio, sonó la mítica Be-Bop-A-Lula de Gene Vincent y se me arrancó una sonrisa recordando escuchar ese tema en su salón, aunque nada me emocionaba más que escucharle tocar el mítico Apache en directo en alguna sala de rock o jazz de Madrid.

Tony Luz, genio y figura, un rockero de los pocos que, salvo este miércoles, nunca mueren.

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