Alicia en las
ciudades, 1974, Dir. Wim Wenders
San Salvador, 14 de Noviembre de 2012
El anterior artículo se planteaba preguntas sobre el género de esta gran película de Wim Wenders; éste adentra el film al laboratorio forense y lo disecciona...
Alicia
Alicia: ¿Has dormido
bien? ¿No podrías haber dormido solo?
Winter: El sofá
estaba ya ocupado. Lo tomaste primero.
Alicia en estado puro |
Me
persigue este nombre. Primero cuando vi la obra de Chabrol que me marcó,
después cuando contra pronóstico dio título a este blog y ahora esta película…
Alicia representa ese concepto de fuga que me seduce y aleja a la par, aunque la
Alicia de Wenders es muy diferente al resto pues no es realmente Alicia sino
que es su alter ego, mientras la Alicia de Chabrol es la pregunta, la Alicia de
Wenders es la respuesta…
Alicia descubriendo |
Aquí
Alicia es Alicia de si misma y conejo del malogrado escritor Phillip Winter (cuyo
corazón es tan frío como su apellido) quien se enfrentará al sentimiento de
abandono a sus apenas 8 años y que, sin pretenderlo, catalizará la huida hasta
poner en orden el mundo de Winter.
En
un foro de internet, muchos coinciden en que Alicia es esa niña a la que todos
queremos apadrinar, yo no creo que sea posible, Alicia es esa niña que todos
queremos que nos apadrine, nadie elige a Alicia, ella te elige o no, y si lo
hace, si se entrega, alcanzas la redención que alcanza Winter.
Wim Wenders |
Actuación
maravillosa. Decía otro forero que solo hay dos clases de niños en la gran
pantallas: a los que adoras y a los que pegarías (al director, claro, por
permitir semejante aberración). Coincido, con un matiz, muchos solo te dejan
indiferente. Siempre he sido partidario de negar la actuación de los niños,
porque los niños que hacen de niños, no actúan, solo son, o como mucho, juegan.
Es como si a Lassie la considerásemos una de las mejores actrices perrunas, no,
no actúa, juega, y es distinto. Es fácil saberlo porque Shia Laboeuf al que ya
puse a parir (poco para lo que se merece) en otro blog hace lo mismo, y por lo
tanto no podemos decir que actúe, si acaso podemos compararlo con Lassie… y ella
ladra mejor...
Como
decía hay dos clases de niños. No recuerdo en estos momentos una actuación infantil
tan buena como la de esta desconocida , porque realmente no hace de niño, sino
que realmente debe actuar. Aquí le doy una buena parte del mérito al director,
e incluso a Rüdiger Vogler porque el nivel de actuación de una pareja
viene determinado por el menor de los dos, y aquí es difícil decirlo. Ambos de
quitarse el sombrero.
Phillip Winter
Alicia: ¿Qué te pasa?
Winter: Miedo.
Alicia: ¿Qué clase de
miedo?
Winter: ¿Hay
diferentes clases?
Alicia: Si.
Winter: Tengo miedo
del miedo.
Rüdiger Vogler en el papel de Phillip Winter |
Winter se dedica a
hacer fotos con una polaroid (el encanto de las polaroid reside precisamente
en comparar la foto con la realidad por la simultaneidad
temporal del revelado,
hecho que permite al director filosofar sobre la dicotomía derivada) y a buscar algo que le saque de su hastío… Es difícil no sentirse así, alienado por las ciudades
impersonales que hemos creado, decepcionado porque las fotos nunca
muestran la realidad (en un momento muestra hasta qué punto esto le provoca rabia e impotencia), irritado por
la banalidad del contenido televisivo como ya pronosticaran a
mediados del S. XX Orwell en 1984 y Bradbury
en Fahrenheit
451, hastiado de todo y de todos, y en permanente búsqueda sin posibilidad
de encuentro.
El viaje
El viaje se enmarca en un proceso interno que desgranaré con cinco escenas que me impactaron.
Escena
1: el espejo.
Con un paisaje de fondo típico de la campiña holandesa y en pleno letargo provocado
por un sempiterno estado de espera (espera a la llegada de la madre de Alicia que la ha abandonado en Nueva York con Winter horas antes de que despegue su vuelo a Ámsterdam), la niña coge la cámara y le
saca una foto, la única foto que saca en toda la película (él antes de eso ha sacado multitud de fotos, todas ellas de objetos inanimados, muertos, incluso algunos, como las luces de neón, que pretenden engañarnos y aparentar una calidez que no poseen).
Cuando él la coge ve el reflejo de la imagen de Alicia que se
superpone a su propia imagen con destellos del sol sobre el recubrimiento del
papel fotográfico, la sinestesia se ha iniciado, es un guiño a la caída de Alicia en la madriguera, el clarín que anuncia el cambio, la malvada bruja ya
no está sola frente al espejo, su imagen se desdobla, se difumina, se entremezcla, su
identidad anclada en la soledad se resquebraja y con ella ese castillo de arena infranqueable,
su viaje a ninguna parte cambia de rumbo y encuentra su propia Ítaca, solo que
él nunca lo hubiera logrado, necesitaba al conejo… Alicia ya forma parte de él,
solo que no lo sabe…
Escena
2: la negación.
Todo cambio es traumático, toda pérdida es un drama a gestionar y Winter pierde
el único sentido que le daba a la vida que no es sino -paradógicamente- constatar
y confirmar a cada instante la ausencia de un sentido. Como le dijo su amiga en
Nueva York, esa es la única manera que tiene de sentirse vivo; en el fondo hace
fotos de la realidad porque él se siente una foto más, su vida la percibe como
una imagen vacía de lo que debería ser la vida “real”. En el aeropuerto de Ámsterdam,
Alicia se encierra en un locker del baño femenino. Winter la sigue e inician
una conversación desesperada. Acaban de saber que su madre la ha abandonado y
se niegan a aceptarlo. Él porque de repente siente que tiene una
responsabilidad hacia alguien y eso le abruma; ella porque necesita una
identidad. En el fondo ambos son almas gemelas sin saberlo, él porque la perdió
y no la busca, ella porque nunca la tuvo y la persigue. Winter se deja caer en
el baño y acaba renunciando a su identidad, la soledad, para que ella pueda
alcanzar la suya, la esperanza. Alicia solo vive si sueña y él solo si niega la
posibilidad de soñar… Es la eterna lucha entre Seth y Horus, caos y orden, y
finalmente Winter deja que Alicia penetre en su interior por primera vez…
Alicia y Winter al inicio de la sesión de fotos |
Escena
3: Mimesis.
En pleno viaje un fotomatón. La escena es simple, ambos serios en las primeras
fotos hasta que Alicia sonríe y finalmente él lo hace, no la imita, no la
sigue, realmente lo siente. La Alicia-Conejo le ha mostrado el camino.
Escena
4: Metamorfosis.
En pleno viaje un rótulo de ejercicios en un parque. Nuevamente la escena es
simple, Winter realiza ejercicios y Alicia le imita, y Winter por primera vez
sin necesidad de ella se libera, lo vive, lo disfruta, se acaba quitando el
jersey y lo lanza… el aprendiz se convierte en maestro y asume lo que siempre
debió ser, adoptando el papel de conejo para Alicia.
Alicia observa la prueba de su nueva identidad binomial |
Escena
5: El descubrimiento.
Una mujer en un parque queda prendada de la calidez de Alicia y Winter y por su
sentido maternal y protector les invita a cenar y dormir a su casa. Al amanecer
Alicia se despierta algo desorientada, por primera vez no divisa a Winter al
abrir los ojos, entonces comprende, abre la maleta y escoge un vestido, es su
primer acto de feminidad, abre la puerta del dormitorio y se acerca a la cama
donde ambos amantes duermen, despierta a Winter que quiere seguir durmiendo
pero ella insiste en marcharse, y, al final, surge la verdadera pregunta: “¿No podrías haber dormido solo?”. La
niña abre la puerta a la mujer que algún día será. El Winter de antaño no
hubiera contestado, o hubiera ironizado, o hubiera dicho un simple “no”, pero
el nuevo Winter se siente incómodo lo cual supone aceptar el derecho de Alicia
a hacerle esa pregunta.
La transformación es ya total, el vínculo se ha formado, el círculo se ha cerrado. Él se justifica: “El sofá ya estaba ocupado. Lo tomaste
primero”; haciéndolo, Winter reconoce el derecho de Alicia y su obligación hacia ella.
Ha encontrado su identidad. Su viaje por el país de las maravillas ha concluido.
Alicia y Winter |
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