"Puedo escribir y no disimular” (Fito, Antes de que cuente diez)
San Salvador, 26 de Septiembre de 2012
Puedo escribir y no
disimular
Es la ventaja de
irse haciendo viejo
No tengo nada para impresionar
Ni por fuera ni por dentro.
La noche en vela va cruzando el mar
Porque los sueños viajan con el viento
Y en mi ventana sopla en el cristal
Mira a ver si estoy despierto.
Me perdí en un cruce
de palabras
Me anotaron mal la
dirección
Ya grabé mi nombre
en una bala
Ya probé la carne de
cañón
Ya lo tengo todo
controlado
Y alguien dijo no,
no, no, no, no
Que ahora viene el viento de otro lado
Déjame el timón
Y alguien dijo no, no, no
Lo que no llegará al final
Serán mis pasos, no el camino.
No ves que siempre
vas detrás
Cuando persigues al
destino.
Siempre es la mano y
no el puñal
Nunca es lo que pudo
haber sido
No es porque digas la verdad
Es porque nunca me has mentido.
No voy a sentirme mal
Si algo no me sale
bien
He aprendido a
derrapar
Y a chocar con la
pared
Que la vida se nos
va
Como el humo de ese
tren
Como un beso en un portal
Antes de que cuente 10.
Y no volveré a sentirme extraño
Aunque no me llegue
a conocer
Y no volveré a
quererte tanto
Y no volveré a
dejarte de querer
Dejé de volar me
hundí en el barro
Y entre tanto barro
me encontré
Algo de calor sin
tus abrazos
Ahora sé que nunca
volveré.
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Fito -gracias, maestro- es quizás el más grande del panorama musical español de la última década. Su
música, tan carente de subterfugios y tecnicismos, tan natural, escarba en los orígenes pétreos de nuestra naturaleza, tan genialmente
sencilla como sencillamente genial, se rodea de palabras igualmente sinceras
que desde lo más hondo nos calan por ser nuestras, sin tapujos, sin rodeos, de
todos y cada uno de lo que nos hemos ido haciendo
viejos., de los que pasamos noches mirando por la ventana por la que volamos a donde no podemos llegar, de los que
nos hemos perdido en tantos cruces de
palabras, de los que erramos al anotar sueños y direcciones, de los que nos despertamos empapados en
sudor de pesadillas, de los que cada día asimilamos y repasamos cada uno de nuestros
pasos en camino equivocado, en
direcciones opuestas, sujetando timones sin rumbo, delegando en brújulas
desimantadas de la inconsciencia, de los que sabemos que quizás mañana
volvamos a despertarnos derrapando
porque hace tiempo perdimos el control del volante, de los que de cada caída,
de cada golpe, nos levantamos, de los que nos desempotramos a base de alcohol de las paredes que nos asfixian cada noche en nuestro cuarto, de
los que nos hemos sentido extraños al volver la vista hacia nuestros pasos, extraños de nuestros actos, extraños de sentirnos
extraños, de los que ni si ni no nos arrepentimos del pasado que nos adelantó
sin intermitente con línea continua y del futuro que hemos secuestrado bajo llave para redimirnos del destino, de los que nunca hemos dejado
de mentir sin haber mentido, de los
que primero nos engañamos a nosotros mismos para luego convencer al resto, de los que convencemos al resto para autoconvencernos de los que nos arrepentimos de
no ser capaces de habernos arrepentido, de los que nos hemos sentido bien al sentirnos mal, de los que nos hemos sentido mal al sentirnos bien, de los
que nos hemos sentido bien al hacer algo mal, de los que nos hemos sentido tan mal que hubiéramos dado
cualquier cosa por sentirnos bien, de los cobardes que nos disparamos solo al
espejo, de los que nos psicoanalizamos mientras mojamos el
croissant en el café, de los que nunca
quisimos tanto, de los que nunca
dejamos de querer, de los que olvidamos todo salvo los besos robados en un portal, de los que huimos de culpas ajenas, de los que
acusamos a nuestra mano y no
al puñal, de los que sabemos sin
asimilar que ni es ni será lo que pudo
haber sido, de los que más tarde o más temprano hemos aceptado a razón de
jarabe de palo, de practicar como dogma la prueba y error, de nadar contracorriente, que ad aeternum nunca contaremos
hasta diez.
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Fito promocionando una de sus giras |
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